Dicen quienes lo vieron, que hace diez años, a un paisaje desolado y agreste se anteponía a un corazón palpitante y a una visión diferente: un campo rico, prometedor. Había, más que ahora, una necesidad de buscar circunstancias, de crearlas si no se encontraban.
Paulatinamente la visión se va imponiendo a la adversidad; ello implica, al menos: fortaleza, valor, esperanza, resiliencia, pero sobre todo: amor. La fe es creer en lo que sólo el alma ve.Literalmente no existía camino, el campo ya había recuperado su dominio, pero tanto los recuerdos de una infancia feliz como la pertenencia a esa tierra permanecían inquebrantables.
Es posterior al Maximato (1928-1934), periodo histórico y político de México, con el inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando se modificaron sustancialmente no solo las políticas agrarias, sino de igual manera las políticas educativas para incrementar la matricula escolar y cuya consecuencia -en Cosoltepec- fue la concentración de la población rural descentralizada en ranchos, al núcleo social principal: el pueblo.
Los ranchos fueron abandonados, sus huertos, sus tierras, sus ídolos; el monte reclamó lo propio. Tanto recuerdos de felicidad y abundancia como revelaciones en los sueños incrementaron primero la añoranza y después el sustento para el regreso en diferentes tiempos, contextos y momentos que sólo corazones valientes pueden modificar esa adversidad.
Lo determinante fue enfrentarse al cambio, después de eso, hablarle con amor a la tierra, pedirle permiso sólo fue el inicio, remover una planta y plantar otras mas fue de los primeros hitos, la captación de agua de lluvia fue otro.
Mantenerse es la mayor de las satisfacciones, el proyecto no está terminado, pero tiene avances significativos.
Hoy en día el futuro se ve más nítido, y prometedor. El principal reto es consolidar un proyecto sostenible a partir de los principios de sustentabilidad